Capítulo 2 "Unas patas rápidas"
Por fin amaneció.
El panda pequeño empezó a sentir un poco de flaqueza.
“¡Tengo hambre!” se quejó. “¡Ojalá, me hubiera traído algunas hojas de bambú! ¡Desgraciadamente, no estoy acostumbrado a guardar comida! ¿Y ahora, qué voy a hacer?”
Nuestro panda, cansado y hambriento, se sentó bajo un gran árbol, cerró sus ojos y empezó a soñar: imaginaba que estaba envuelto en hojas de bambú que, como por arte de magia, caían del cielo cubriéndolo todo.
¡Tic, tic! Algo había caído sobre su cabeza… ¿Tal vez era una hoja de bambú?
El panda abrió sus ojos: “¡Ah, no! ¡Sólo es una nuez!” exclamó.
Mirando hacia arriba, vio a un pequeño animal con una larga cola en mechón que brincaba rápidamente por las ramas. Se movía por todas partes, recogiendo nueces sin descanso.
“¡Oye, tú! ¡Párate! ¿Podrías decirme dónde puedo encontrar un árbol de bambú?”
Sin pararse, el pequeño animal le contestó: “¿Qué quieres? ¡Estoy atareado! ¡Tengo que procurarme la comida para el invierno! Voy de
prisa. ¡No tengo tiempo para
atenderte!”
“¡Lo que son las cosas! ¡Qué tío!” pensó el panda.
“¡Sólo te pido un minuto de tu tiempo! ¿Podrías decirme dónde puedo encontrar un árbol de bambú?” preguntó el panda otra vez.
“¿Si te lo digo, qué me das a cambio?” dijo la ardilla.
“¡Podría recoger nueces para ti!” sugirió el panda.
La ardilla se paró, se acercó al panda algo desconcertada, clavó sus ojos en los ojos lánguidos del panda y aceptó su ayuda: “¡Venga, sígueme!” dijo, deslizándose otra vez.
Persiguiendo a la ardilla, el panda llegó a un pequeño bosque de bambú.
“¡Por fin, voy a comer!” exclamó el panda feliz y, como estaba hambriento, avanzó hacia la comida sin
pensar en su guía.
En seguida una avalancha de nueces, como si fuera un bombardeo, golpeó su espalda.
“¡Tú, oso regordete! ¿Pretendes engañarme? No estás respetando el pacto. Te he traído hasta aquí pero tú tienes que ayudarme a recolectar comida.”
“Perdóname,” dijo el panda, “pero realmente estoy muerto de hambre. No he olvidado la promesa que te hice. Te ayudo ahora mismo.”
Entonces los dos, la ardilla rápida como una centella y el panda con calma y tranquilidad, empezaron a recoger nueces y hojas de bambú. Luego, se pusieron a comer juntos.
“¡Tú eres realmente un pequeño animal muy rápido! ¡No logro entender cómo consigues vivir sin parar! Pero, tengo que admitir que eres muy ágil y rápido. Eres muy prudente también, porque guardas la comida para el invierno. Yo nunca guardo las hojas de bambú: ¡siempre las recojo y las como de inmediato!” dijo el panda.
La ardilla le contestó: “Yo también te estoy agradecida, porque aunque soy una solitaria, me he dado cuenta que
colaborar contigo ha sido muy ventajoso: admito que nunca he recogido nueces tan bonitas y perfectas. Suelo recoger todas las nueces que encuentro rápidamente sin controlar si son de buena calidad. ¡Tu tranquilidad me hizo entender que, a veces, es preferible
detenerse un poco para
observar las cosas con más atención!”
Luego, con el estómago lleno, los dos nuevos amigos se relajaron y volvieron a su charla..
“¿Pues..., y tú qué haces aquí?” preguntó la ardilla.
“Es una historia muy larga, pero si quieres te la cuento”, dijo el panda.
“¡Claro que sí! Te
escucharé encantada” contestó la ardilla.
“Me echaron del reino de los tigres porque decían que era torpe y lento. No sabía dónde ir y de noche me perdí en la selva. Allí, encontré a un murciélago que me habló de un lugar especial, sin dudas adecuado para mí, y en la oscuridad me llevó hasta un gran arce donde encontré una primera pista. El mensaje decía que tenía que andar tres días hasta el mar y luego buscar al rey de los delfines.”
“¿Sí, pero qué sitio es ese?” preguntó la ardilla.
“Abilian”, dijo el panda.
“Si tienes que caminar tanto, necesitarás grandes provisiones de hojas de bambú. Te ayudo a buscarlas.”
“Gracias, eres un verdadero amigo”, dijo el panda.
Después de recoger juntos muchas hojas de bambú, los dos se saludaron y prometieron verse de nuevo para merendar, y el panda se fue en busca de Abilian.